Ensayo
historiográfico aportado por el alumno Antonio
Repiso Rodríguez al
AULA DE LA EXPERIENCIA DE
LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA
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LA VÍA AUGUSTA
Y NUESTRO PUEBLO
Tan cierto es que Los Palacios y
Villafranca es un pueblo joven como tan antiguo el embrión de sus raíces. Una
lentísima germinación en tiempo-espacio y que como toda simiente, muere para
enraizar tallo y posterior fruto. Con tal singularidad de muerte reciclada a
vida, fructificaría siglos después nuestro pueblo. Ilustración de la simiente más
histórica enterrada y renacida como origen de nuestro pueblo, fue la Vía Augusta. La travesía milenaria de
la calzada y su desaparición por desuso; el inevitable desecamiento paulatino
del, mal llamado a mi entender, Lago; influencias de ancestrales civilizaciones
han venido secularmente perfilando el origen de lo que hoy venturosamente
disfrutamos como Los Palacios y Villafranca.
Antes, debo aclarar mis consideraciones sobre por qué el Ligustino
estaría mal denominado como lago: -1) Fausto R. Avieno nos transmite en su Ora
Marítima de un navegante massaliota quién dejó escrito más de seiscientos años
antes, como el Óleum Flumen (Guadalquivir pre-romano) desembocaba en el
estrecho de Caoronte, ubicado a la sazón, entre las ciudades de Orippo (Torre
Herberos) y Caura (Coria del Río). -2) Desde que el citado nominativo fluvial,
se transforme en Baetis pasan siglos. -3)
El término Ligustinus es una versión latinizada del gentilicio Ligur que
procedía de, la entonces ya extinta, semántica galo-céltica. -4) Los romanos, tras suceder y ocupar la
expansión cartaginesa y desconociendo lo que fue Laguna Estigia por encontrarse
en avanzado desecamiento, apelaron como Ligustinus Lacus, a lo que realmente siempre
fue un inmenso golfo del mismo Atlántico, conocido por los pre-románicos, como
Tartesii Sinus (hoy todo el territorio desaguado de las Marismas desde Sanlúcar
Barrameda y Doñana hasta Coria del Río y que constituían las costas limitadas
por las provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva).
Por lo que no puedo compartir que se denomine lago a tal extensión de
aguas saladas nueve veces mayor que la actual bahía de Cádiz. Por tanto
entiendo como Lago Ligustino, lo que fuera la cuenca fluvial contenida desde el
Estrecho de Caura, hacia Hispalim. Hoy Tablada, S. Juan Aznalfarache-bajo,
Charco La Pava, Pañoleta, Heliópolis, Triana y todas las zonas anegadas de
Sevilla hasta Alcalá del Río correspondiente al Bronce Final Atlántico, bajo el
nombre Lago Ligur, donde vertía la desembocadura fluvial con el nombre semítico
Baits y donde se emplazaría la fenicia Spal (ciudad sobre palos, posterior
Híspalis romana).
En el siglo IX (a.C.) Gadir e islas Gadeiras, además de comunicarse con
Spal por mar, golfo, lago y río, los sidonios occidentalizados ya lo hacían también
por tierra, recorriendo la que después será nuestra ruta Augusta, pero con el topónimo tirio Melkart, nombre más antiguo conocido, mientras que la mención del
río Baits(Betis) evoluciona a Tharsis; después Tertis, como “devoción” a la
diosa fenicia de la fertilidad Astarté, conformando un delta entre estuarios
del Lago Ligur que posteriormente los griegos cambian al focense Tartessos. El
conflicto comercial foceo-púnico se inclina a favor de la talasocracia griega y
éstos literarán al idioma homérico nomenclaturas como la del río que pasa a
conocerse desde entonces como Tartessos Anna y en sus cercanías heredamos el sustantivo
Triana, traducido como “Tres Ríos”,
al tiempo que el nombre fluvial de Tartessos, aplican también al territorio que
hoy disfrutamos como Andalucía y el de Melkart
se traduce a Vía Herákleia.
Así llegaremos a que la historia de nuestro municipio no se conformó con
iniciarse desde el Medievo, sino que desde antes de su nacimiento y cerca de su
embrión, ya asumía la orientalización de nuestros ancestros tartessios, iberos,
turdetanos, dado que nuestro término además de estar plagado de restos de
asentamientos diseminados próximos al dinamismo de la Vía Augusta que sumados a las vicisitudes históricas que
comentaremos, se concentrarán siglos después en el “genético” Anevel y después consolidar por un
lado Los Palacios y por otro Villafranca de la Marisma.
Según Tito Livio, Aníbal reclutó mercenarios íberos y arqueros
tartessios recorriendo el Camino de
Aníbal para emprender la Segunda Guerra Púnica contra Roma. Con este nombre
la transitaron los púnicos africanos, sustituyendo el nombre anterior Heráklea griego, para comunicar Gades
con Mastia y dado que esta campaña militar se proyectó desde Heraklion (Templo fenicio de Sancti
Petri) el ejército de Cartago tuvo que pasar por nuestro término y por tanto,
no sería difícil deducir que entre el otero de nuestra actual plaza Miguel
Murube junto al castillo Atalayuela y la torre parroquial, se acuartelase por
un castro cartaginés al objeto de controlar la navegación del Golfo Tartéssico
y la importantísima comunicabilidad del Camino
de Aníbal entre Gadir y Cartago Nova, y por donde también podemos teorizar,
como ensayo que es este trabajo, podrían haber pasado los temidos elefantes
militarizados por el general bárcida.
Seguían las mareas del Golfo Tartéssico impidiendo asentamientos sociales
sobre sus esteros. Pero a medida que la colmatación sedimentosa y otros
fenómenos telúricos obligaban al retroceso de aguas marinas, no se adecuaría hasta la conquista romana su
ulterior ocupación. Tras la última guerra púnica, la IX Legio de Scipión derrota
y expulsa los futuros tunecinos y aprovechando la transitabilidad del Camino de Aníbal viene imponiendo
la “Pax
Romana” desde la capital del alto
impero hasta Gades. Al tiempo con soldados eméritos funda nuevas poblaciones
como Itálica, Salpensa (Utrera), Siarum
que dieron lugar a otros asentamientos agropecuarios como el hallado entre Cortijo El Trobal, Los
Villares y Maribañez que próximos a esteros, entonces aún no desecados,
propiciaron condiciones epigenéticas, tan decisivas como la propia calzada.
Esta viaria cobra cada vez más importancia comercial y militar a partir del
dominio romano y desde entonces pasará a conocerse como Vía Hercúlea (sinónimo latino del griego Heráklea). Época propiciatoria de los asentamientos más importantes
y cercanos a nuestro pueblo, como los hallazgos paleocristianos de La Noria,
muy cerca de la que sería Vía Augusta
en su punto cortado por el puente sobre la variante de la N-IV, donde aún
quedan vestigios fragmentados de su empedrado, y enterramientos desaparecidos
por expoliación y labores agrícolas, de un presunto punto de postas y los
importantísimos de Maribañez que siguen exigiendo estudio y rescate para su
aportación cultural de nuestra historia local.
A la integración hispánica el
nombre de la ruta de los derrotados Camino
de Aníbal, al retomarse en honor a Hércules como Vía Hercúlea facilita desde entonces su explotación, dejándonos los
primitivos vestigios del origen de
nuestro pueblo en la orilla nororiental del Lago Ligustino que ya comenzaba a descubrir
sus marismas y gracias a la tangente surnoroeste trazada por la Vía Hercúlea, que siempre nos propició
preceptiva comunicabilidad en facilitar establecimientos humanos sobre sus
cercanos humedales.
Con el máximo esplendor de la “Pax Romana”, latinización de la Península
Ibérica y por ende de la Baetica, es
cuando la Vía Hercúlea pasa a
conocerse como Augusta gracias a las
ampliaciones y reformas emprendidas en los primeros años del cristianismo, por
Cesar Augusto quién la integra en la Vía Domitia para ensamblar comunicaciones
y consolidarla como ruta preceptiva entre Gades y Roma, con un trazado de más
de mil quinientos kilómetros, cuyo itinerario queda constatado en los exvotos de Vicarello o Vasos
Apolinares.
Con el topónimo Vía Augusta
nos llega el conocimiento de la más importante calzada de la Península Ibérica
y una de las más antiguas
"europeas" de comunicación terrestre de la última época
romana. Si es verdad como los caminos
hacen pueblos, el nuestro es vivo ejemplo. La calzada romana va condicionando
los inicios de nuestra villa, como punto de transición entre Gades y Roma,
gracias a la perseverancia secular de la misma direccionalidad cercana y/o
paralela con las actuales N-IV, AP-4 (que hoy siguen siendo paso entre Cádiz, Sevilla
y Madrid) atravesaba nuestro término
entre parque y muros de Maribañez, Cumbres del Horcajo, SUP-2, por
detrás de la Guardería Municipal y del Colegio P. A. Bernáldez, Olivar herencia
Ramos, Rosas de Sevilla, rústica tras
Cacesa, Variante Circunvalación, Cercado del Rey, Cancelilla, Carretera del
Monte, Dehesa de Coria, con el viario que nos ocupa y que he segmentado por el
interés histórico local, entre August Pons (Alcantarilla) y Orippo. Y de la que
nos recuerda Estrabón que es a partir de su reparación-ampliación acometidas
por Caesar Augustus (primeros años del siglo I d.C.) cuando se consolida como Vía Augusta, el mismo viario conocido
hasta entonces con el latino Vía
Hercúlea.
Tres mil años de historias forjando una ruta no podían pasar inadvertidos
e inevitablemente fecundaron el embrión de nuestro pueblo que concebido por tal
pluralidad de acontecimientos, nacería como punto de postas y paso.
La caída del imperio romano conlleva su paulatino desuso, consiguiente deterioro
y aunque hoy sigamos manteniendo su nombre como ancestro de nuestra memoria o
motivación arqueológica, todo ello propició establecer otras rutas alternativas
a la Vía Augusta. Como ocurriera durante
el reinado de Recaredo sobre el año 586 cuando se establece la comunicación en
favor de la Vía Asido-Híspalis. La misma por la que en 712, Muza ibn Nsayr
confirma la invasión árabe quien tras conquistar Medina Sidonia, decide
estratégicamente la conquista de Carmo antes que Híspalis. Por lo que obvia, o
tal vez ya se desconocía el trazado de la Vía
Augusta desde Al-Qantar (Puente
de Alcantarillas). Sin embargo, a pesar de su desaparición por desuso, durante la
ocupación árabe de Isbiliya, vuelven a retomarla los musulmanes con el nombre
de Arrecife para explotación de marismas
y defensa. Por lo que no es hasta la Edad Media cuando se dieran lugar a los
primeros asentamientos de Anevel
(Chozas) como fruto de la semilla plantada, que fructificó como nuestra Villafranca de Las Marismas. Se
prolonga el Arrecife hasta el otero
de Al-Mudeyne, nuestro castillo
desaparecido) donde Pedro I construye La Atalayuela y a su alrededor, las
primeras viviendas de Los Palacios.
Desde entonces, como en tiempos arcaicos y más aún desde la unión en el
actual Los Palacios y Villafranca, nuestro
pueblo sigue fructificando de la semilla histórica germinada por la ruta
milenaria más importante de la península, desde Argantonio hasta Al-Mutamid.
Viario, camino, ruta, vía comunicativa internacional, cuya desaparición reivindica
que de sus fosilizadas entrañas redescubramos el "ADN"
de Los Palacios y Villafranca,
como motivación que me ha llevado a recopilar y ordenar cuantos antecedentes expongo
en este ensayo para compartirlo con Aula de la Experiencia desde donde
promocionar el conocimiento y amor a nuestra historia.
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